Félix Jiménez relata la fascinación de un niño por un helado en tiempos de las carencias después del golpe ciclónico
Félix Jiménez relata la fascinación de un niño por un helado en tiempos de las carencias después del golpe ciclónico
Mis ojos no brillan frente a un helado de coco. No es tan fácil. Pero si brillan y se iluminan frente al nene de la esquina, el de la casa amarilla, que grita "Mami, el señor del helado" y viene corriendo, saltando, a encontrarlo. Es la primera vez que el carrito del mantecado corre por estas calles después de María, como lo hacia siempre, y el nene baila - no con garbo, pero con verbo - y lleva su helado hasta la madre. Parece un día cualquiera, y no lo es, pero lo seguirá siendo. El niño la abraza y canta aquella vieja canción que cantaría su madre cuando más joven: "Untarse la cara color esperanza..."
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