La antropóloga Bárbara I. Abadía declara que antes de comercializar la educación de los niños y las niñas, hay que repensarla desde los contextos insulares
La antropóloga Bárbara I. Abadía declara que antes de comercializar la educación de los niños y las niñas, hay que repensarla desde los contextos insulares
Después del paso del huracán María, conviví durante varias semanas con mi familia en Fajardo. En las largas noches a oscuras, con aroma a repelente de mosquitos, compartíamos chocolate caliente con queso de papa entretanto rememorábamos historias y recontábamos anécdotas familiares. Hicimos rompecabezas a la luz de los quinqués. También, jugamos “nombre, apellido, cosa, pueblo, país, capital, fruta y animal” con las letras del abecedario mientras duraban las baterías de las linternas. Aquellas noches en casa de mi abuela me permitían revivir mi infancia y ver a las nuevas generaciones de mi familia divertirse, a la par que aprendían y compartían conocimientos sin la asistencia de aparatos tecnológicos. Abuela recalcaba que la educación de antes era mejor que la de ahora.
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