La escritora Rosa Mercado evoca los juegos de su niñez, a la distancia, sin la compañía de sus primas
La escritora Rosa Mercado evoca los juegos de su niñez, a la distancia, sin la compañía de sus primas
El otro día, en el parque, me subí a un columpio. Con mis cinco décadas de vida, no podía estar más feliz, que allí, balanceándome, de cara al viento frío y a los árboles con sus hojas bronceadas. Llegué antes de de que el sol se oculte aquí en Dallas, con estos días de invierno tan cortos que dan ganas de llorar. En mi mente, era de nuevo la niña flaca de espejuelos y rodillas peladas, que entonaba junto a las primas “en el columpio Cecilia canta, sube columpio, columpio baja”. Solo que las primas están lejos y no hay con quien cantar la canción de Cecilia.
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